¿Donde se ha ido la creatividad?
Hoy quiero compartir una experiencia a la que me he enfrentado al escribir este blog.
Mi gusto por la escritura comenzó desde niño, escribiendo canciones y poesía. Se abandonó al tiempo cuando la danza entró en el camino y no sabía que ambas disciplinas podían coexistir -y retroalimentarse-. Uno tiende a perder la fe en sus habilidades creativas por varias razones, una de ellas es el no ser considerado "profesional" en alguna rama artística. La profesionalización de las artes nos ha alejado de ellas, volviéndolas inaccesibles. "elevando" al arte para algunos: para los elegidos, para los que pasan los exámenes de admisión, para los que tienen talento, para los que tienen dinero, para los que tienen tiempo. El don de la creatividad -con el que todos nacemos- se ve nublado ante la creencia de poder elegir solo una profesión, una carrera, un solo destino. Solo algunos tienen el privilegio de ser creativos, y estos mismos elegidos se ven aplastados ante una expectativa de perfección, competencia y comparación por razones de supervivencia y escasez en el mundo de las artes.
Es complicado entender a los artistas -yo tampoco nos entiendo- pero es algo inevitable, los artistas tienen una dedicación casi inhumana a su labor de crear. Pueden pasar horas en el estudio dedicándose a perfeccionar sus piezas en potencia, horas y días ante paginas en blanco que los miran de reversa -y se burlan-. Dedican la vida a la promesa de un futuro mejor. La ilusión -utopía, realidad en potencia- de continuar una vida donde el arte creado sea reconocido, valorado, útil y sustentable.
Perfeccionar una de las técnicas y amaestrarla, pero qué sucede cuando las pasiones son muchas y el tiempo no abastece para estudiar y practicar todas ellas? Por un lado, se juzga a los artistas multidisciplinarios por ser todo y nada, y en el otro se limita a las ramas individuales por no integrar otras visiones y perspectivas en su quehacer envolviendo al arte en cajas con etiquetas precisas que imposibilitan el contacto con lo humano.
Me encuentro escribiendo en este blog y juzgándome por expresar ideas y pensamientos, ¿quién soy yo para expresarme a través del arte de la escritura si no tengo un título de escritor? ¿Qué logros artísticos ameritan el valor de mis ideas? Expresar este sentir en alta voz despierta un miedo arraigado, en lo profundo se apodera de mis días y la procrastinación de entregar artículos -productos concluidos- se apodera de mi mente paralizada; un corazón palpitante que mira el calendario pasar a prisa, se martiriza ante el haberse planteado un compromiso y no concretarlo. El arte y el procrastinar dándose la mano.
Hay un saboteador interno que es tolerado y conocido: acompañante íntimo pocas veces enfrentado, una sombra incluso en días de sol. Es un constructo de inferioridad que vivimos a nuestro propio nivel y tiempo. Se conoce de diferentes maneras como síndrome del impostor, el abandonador, e incluso el hiperproductor. Una manera de cambiar la ruta del miedo es el camino del autoconocimiento, vital para entender nuestros mecanismos de reactividad psicológica, ¿qué activa nuestro sistema simpático de lucha o huida? ¿qué enciende las dudas que aterrorizan al sistema nervioso y reproducen un sistema de creencias que nos detrimenta?
Respirar, -pausar, descansar, observar-.
Respirar ante ese momento abismal.
Continuar, no con la necesidad de terminar un producto si no, con la convicción del valor intrínseco humano y que si hay una idea creativa que acongoja nuestro pensar y sentir de manera continua es porque está buscando ser expresada a través de nosotros. Volvernos canal, permitirnos ser ese canal que conecta la creatividad infinita con el arte terrenal. Con nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestro país, nuestro lenguaje, nuestra piel, nuestros colores.
No todos cabemos en el molde adiestrado de un artista profesional, pero todos nacemos con una gran capacidad y potencial creativo.
Nos invito a continuar el camino que nuestro artista interno busca, a mirar los pedazos rotos de nuestro arte y retomarlos, abrazarlos, reintegrarlos.
Nos invito a observar si aquello que nos acerca o aleja de las artes es un constructo social impuesto; como un "deber ser" el artista perfecto, o lo contrario, como un "no puedes vivir del arte" y abandonar por este miedo la posibilidad de ser creatividad.
El potencial -fuerza en potencia, semilla que
aún no crece- se ve ofuscado por la expectativa.. ¿Qué expectativas mantenemos
de nosotros y cómo podemos sacarnos de esos moldes impuestos para tomar
decisiones conscientes desde una posición de libertad para decidir? ¿En dónde
comienza el camino de la libertad? Cómo podemos volver a confiar en nuestra
capacidad de posibilidad y esperanza?
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