Arte y revolución

23.10.2022

Las voces se apagan. El miedo a la expresión libre es impuesto desde las miradas críticas de la escuela, de la familia y de la sociedad; miedo de confrontar la autoridad, de alzar la voz. Crecemos creyendo que la resiliencia es modular la voz para poder continuar teniéndola: para que no te callen, encuentras los rincones donde la voz puede aún expresarse, para no ser omitida

El arte transporta discursos, los lleva en las suelas de sus zapatos dejando huellas. El discurso artístico es aquello que desea expresarse a través de las piezas, y es en el que se sublevan las voces enterradas: el rostro que miras en una pintura, violines cortantes, obras de teatro con temáticas brutales, intervenciones performáticas en la calle, murales rojos.

De qué sirve hacer arte si con el no cuestionas tus dudas existenciales; y los paradigmas sociales, la opresión; las heridas que te conforman. Sublimar a través del arte no solo el dolor, si no la memoria y en ese momento resignificar los subtextos de lo que acontece en la imaginación del artista.

Los artistas crean desde la nada. La creatividad es un susurro de otros mundos pidiendo auxilio a través de la sensibilidad del artista para transmitir aquello que habita en el silencio de un teatro vacío.

Pero, ¿pueden los discursos artísticos incomodar a la sociedad al cuestionarla? ¿Que es del artista que omite sus impulsos para no incomodar el status quo? ¿Dónde está la línea entre lo directo a mostrar en obra artística y lo que debería omitirse, entre lo obvio y lo absurdo? ¿Entre lo literal y lo abstracto, entre lo político y lo anárquico, entre el recato religioso y la hipocresía?

Existe un texto de Brea llamado "Ornamento y Utopía" en el describe una espiral. En el centro el arte que funge como ornamento: se refiere a piezas artísticas que el público mira y que al dejar de estar en contacto con ellas el espectador continúa su camino sin mayor alteración en su pensar, sentir o vivir. En la utopía el espectador que entra en contacto con la pieza artística se ve tocado en lo profundo: transformado, la obra remueve en su interior pensamiento y sentimiento generando acción y cambio.

Entre el centro y el infinito de la espiral utópica, el arte se ve orillado a regresar al centro y su escondite ornamental.

En la orilla del ornamento, andamos con cautela por un miedo al qué dirán, al rechazo. Un miedo injerto en las células de la comunidad artística, en sus genes existe el trauma de la colonización; la quema de librerías y la omisión de desnudos; muchos quiebres, muchos vidrios rotos, muchos corazones comprimidos, muchas autoras anónimas. Voces perdidas en historias perdidas. El artista teme naturalmente al exilio, teme a quedar en las tinieblas porque su discurso sea vetado, por eso permanece en el espacio de lo ornamental, donde es corto y discreto. Por eso algunos artistas prefieren atenerse a lenguajes convencionales, a estéticas lindas, adiestrarnos ante las disciplinas clásicas y morir en ellas. En el ornamento se encuentra seguridad y también sofocación.

Para pasar del ornamento a la utopía es importante recordar que los pensamientos y los impulsos creativos del artista importan; pasan de lo subjetivo al objeto dinámico y latente -emocional, mental y espiritual-. Moldean la sociedad y esculpen tanto calles como corazones. Los pensamientos de un artista son semillas, redes de conocimiento e inspiración, portales a otras dimensiones y a realidades desconocidas: muestran una manera de ver la vida, la manera en que se vive dentro de cabeza ajena. Crean desde lo invisible -en un lienzo en blanco, en una página sin letras, en una guitarra y sus huecos-, su mundo interno se ve reflejado y conformado por las preguntas que habitan en su historia. Proponen una visión de realidades alternativas con las imágenes que han cuajado en su subconsciente. Los pensamientos de un artista deben respetarse, deben tener espacio para ser permitidos y proseguidos -mas no perseguidos-, deben mirarse desde la curiosidad y la compasión en lugar del juicio para ser alimentados desde el entusiasmo. Si trazas la genealogía de una pieza de arte descubrirás miles de personas y seres vivos habitando en la pieza artística, lo material y lo etéreo, las historias de la familia y las amistades, la educación y la cultura, la sociedad y la política, el trauma y el deseo: fósiles en cada brochazo, en cada nota musical, en cada movimiento corporal, en cada tono de voz.

Celebrar la creatividad humana es comenzar la revolución que será imaginada por los artistas que van labrando el futuro.


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