Autocuidado para la resiliencia
Cuando el artista -el humano apasionado- se enfrenta ante problemas de salud, la vulnerabilidad -considerada la nueva fortaleza- se siente frágil. Uno percibe su piel temblar y sabe que bajo la piel hay venas, y sangre, y vida, y... sabe que todo caduca. Los sueños son motores almáticos y cuando la materia puede llevar nuestros sueños a su realización -es decir nuestro cuerpo, nuestras habilidades, nuestra salud- se ve amenazada, la semilla de desesperación e impotencia -en la de por sí ya dramática naturaleza del artista-, empieza a desgarrar desde adentro.
Un grito atrofiado en la garganta ante cada persona que pregunta genuinamente ¿estás bien? Y quieres decir que no, pero no quieres repetir tu fragilidad para no extenderla, ni propiciarla, sobre todo para no hundirte en ella porque deseas continuar creando, disfrutando, produciendo... ¿de qué manera no sumirse en pensamientos catastróficos ante la pérdida temporal -en la relatividad del tiempo- de la salud?
Se nos ha educado a ser irrompibles. Como si los artistas -inmortales- estuviésemos tácitamente obligados a seguir ante las tormentas y las tempestades. Uno continua quebrándose al no permitirse pausar; como el suéter que tiene una hebra desgarrada y que podría ser fácilmente parchado o cocido pero que se ignora por falta de tiempo, o por falta de conocimiento para arreglarlo, hasta que el suéter tiene un gran hoyo: IRREPARABLE... así los artistas -los humanos- caminan con grandes hoyos hacia sus estudios, con abismos mentales, huecos emocionales y fisuras físicas extendiéndose por no saber mirarse, ni atenderse... ni valorarse.
La obsesión del artista puede acaparar el espacio que existe para regenerarse, si bien, la energía creativa puede tener picos muy altos y sustancia
inagotable, la sobresaturación de trabajo mental-emocional sin espacios de
autorregulación puede producir estancamiento creativo. Continuar ante todo..
pero, ¿a pesar de uno mismo? A pesar de que el cuerpo grita -!para, me estas lastimando!, que las
células dicen - !déjame descansar!;
que las lágrimas reclaman silencio y cama. El artista prosigue, sin saber que
al no escucharse a sí mismo está cavando un túnel en el tiempo que puede caer
en lesiones que se sienten como purgatorios: purgatorios de creatividad. Entre
la vida y la muerte el artista aprende a vivir en los purgatorios de sus
lesiones y estancamientos provocados porque nadie nos enseña a escucharnos y
atendernos.
Perfección y sobreproducción son males aclamados
ante un sistema de educación artística, en danza y
teatro se ha forzado por mucho tiempo la idea de que todos los roles pueden reemplazarse y que si no estás disponible para ejecutar tu papel al 100%, un
rol que se conoce como el suplente, tomará tu lugar. Esta idea podría ocuparse
desde la perspectiva segura de saber que puedes ausentarte si lo necesitas y
que eso no pondrá en juego la estabilidad de la obra, pero más bien funge como
una amenaza con la frase que activa en el artista un impulso de sobrevivencia
"aquí nadie es indispensable" por lo que, buscamos la manera de estar presentes a toda costa, sobre todo a costa de la infravalorada salud de
uno mismo.
¿De qué manera se debe hacer entender a los artistas que no son reemplazables? que su importancia y valor es intrínseco y a la vez hacerles entender que si necesitan ausentarse todo estará bien y alguien podrá -en su propia individualidad- incorporarse en las obras para sacar adelante el trabajo; es imperante inculcar modelos artísticos que alimenten la conciencia del autocuidado, es vital para mantener artistas que sean conscientes de su salud mental y de sus necesidades.
Llevamos generaciones enteras que no descansan porque "también hay ensayo en domingo" y "al morir podrás descansar"; el heroísmo de dormir cinco horas por tener cinco trabajos no debe aplaudirse sino suscitar una especie de alarma ante las decisiones vitales que el artista puede estar cometiendo y atentando contra su bienestar. Pero donde comienza el ejemplo si las generaciones de maestros no sabemos tomar cuidado de nosotros mismos y esto lo reproducimos de igual manera con los alumnos. ¿Cómo podemos aprender de los beneficios y la necesidad del descanso y el balance? ¿Cómo podemos generar una conciencia holística de las diferentes dimensiones del autocuidado de una manera personalizada para que cada artista tenga mayores herramientas de autoescucha? ¿Qué más necesitamos para entender que la resiliencia y la longevidad sólo puede suceder si se incorpora el "silencio" en nuestras rutinas ajetreadas?
Comparte y comenta, tu opinión es muy importante para nosotros