La Danza con sangre entra
Existen muchos beneficios positivos asociados al estudio de la danza, porque la necesidad de bailar es saludable y universal, lo que fomenta el desarrollo físico, emocional y cognitivo, además de que se adquieren habilidades como la resolución de problemas y a trabajar con confianza en un grupo. Como todas las formas de arte, la danza tiene la capacidad de involucrar, inspirar y enriquecer a todos los bailarines, estimulando su imaginación y alentándolos a alcanzar su potencial creativo y expresivo.
Sin embargo, el condicionamiento para aprender a soportar las demandas, a veces injustas e innecesarias del estudio de la danza, comienza desde que se inician los estudios, cuando se le pide a los estudiantes que encajen en un molde de comportamiento igual para todos. Los estudiantes de danza deben aprender a verse y actuar igual que sus compañeros, a qué es inaceptable decir lo que piensa, a evitar desafiar a la autoridad, y a volverse dependientes de las actitudes y opiniones de sus profesores. Asimismo, deben sonreír, asentir y hacer lo que les dicen. Aunado a lo anterior, no todos los tipos de cuerpo son aceptables y en algunos casos, tampoco los diferentes orígenes étnicos. Los estudiantes de danza no tienen espacio para mostrar sus propias características y personalidad.
Tradicionalmente, la cultura de la enseñanza de la danza ha normalizado diferentes tipos de violencia y generalmente los profesores repiten los modelos de enseñanza de sus propios maestros. El entrenamiento dancístico se ha distinguido por ser muy riguroso, los estudiantes deben trabajar duro, ser disciplinados y enfocados, ser resilientes y resistentes para soportar largas horas de ensayo, bailar coreografías complicadas, sufrir de estrés y dolor, tener la fuerza para vencer los momentos de fatiga o desgano, así como enfrentar la intimidación, la humillación, los gritos, la manipulación y el acoso. En la enseñanza de la danza existe la mentalidad de la supervivencia del más apto, así ha sido siempre. El estudio de la danza no debería ser emocionalmente hostil, duro o cruel, sin embargo, lo que lo vuelve tóxico es la atmósfera que se crea a su alrededor.
En estos tiempos ha sido necesario abordar los temas de violencia de género y acoso sexual, y en diferentes países se han establecido protocolos y leyes para su atención. Lamentablemente, en las clases de danza, aparte de la violencia sexual, se dan otros tipos de violencia que no se han planteado abiertamente. La violencia verbal se da cuando durante la clase de danza se grita, se utilizan palabras hirientes e insultos. La violencia física se da cuando el profesor al enseñar da golpes, empujones, patadas, arañazos, pellizcos y otros tipos de agresión física (como forzar el cuerpo del estudiante hasta lesionarlo). La violencia psicológica se da cuando se manipula, se persigue, se intimida, se chantajea, se amenaza y cuando un estudiante es aislado del resto y se le hace sentir como si no existiera y no fuera importante. El ciberacoso consiste en comentarios y mensajes nocivos hacia los estudiantes en las redes sociales. La cultura de la enseñanza de la danza ha normalizado estos diferentes tipos de violencia.
Para comenzar a cambiar la cultura de la enseñanza de la danza es necesario atender a los profesores y llevarlos a que reflexionen acerca de su práctica docente, a entender que si bien el rigor, la resistencia, la resiliencia, la disciplina, la fuerza y la concentración son necesarias, no es indispensable enseñarlas con violencia.
Se necesita una nueva visión de la enseñanza de la danza, en donde los estudiantes aprendan a hacer danza usando su vocabulario de movimiento en armonía con el cuerpo y aprendan a comprometerse con la disciplina requerida, no impuesta. A qué vean a la danza desde diferentes puntos de vista y que desarrollen su conocimiento y comprensión de la misma. Es necesaria una nueva propuesta de enseñanza que lleve a la danza a una nueva evolución.
En conclusión, a través de una nueva propuesta de enseñanza de la danza sin violencia, los estudiantes aprenderán a reflexionar críticamente sobre sus propias referencias estéticas al considerar las influencias sociales, históricas y culturales, y los efectos de las culturas locales y globales en sus gustos y toma de decisiones, para convertirse en los artistas que harán nuevas propuestas dancísticas en este siglo XXI.
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