La Danza y la Historia
Al maestro de la danza lo elige Dios desde el cielo porque es él quien enseña a las niñas la oración silenciosa que se hace con el cuerpo. Brígida Liborio maestra mazahua de la danza de pastoras.
Levantarse a bailar implica una responsabilidad infinita ya que nunca nos levantamos a bailar asolas. Con nosotros aparecen los rostros de quienes existieron y dan vida a nuestro presente.
Nuestro reflejo responde a los secretos que guarda nuestra sangre, a los misterios que llevamos en el rostro aún sin saberlo, sin quererlo porque la danza implica una condición de merecimiento que se va construyendo cotidianamente con el hacer diario, una revelación del cuerpo a la forma y a la materia en donde entran en juego la apariencia, el corazón, el pensamiento, el sentimiento y la voluntad para quizás encontrar un atisbo de verdad, de divinidad en la perfección del movimiento, luz creada al calor de la vida vivida.
No puede existir la danza sin haber antes conocido en todo su rigor las posibilidades del corazón, el pensamiento, el sentimiento y la voluntad. Nuestra temida apariencia no podrá surgir sin confrontarnos en nuestra materia y sin confrontarnos al florecimiento de nuestra propia sombra de nuestra propia forma. Nos llevará un tiempo hacer que el cuerpo en la danza revele la verdad interior del ser, búsqueda que no cesa, ahora tan distante, tan lejana. Necesario redescubrir tu cuerpo en aquellos cuerpos, abrir con tiento puertas selladas, vestir pesadas telas, aprender a mirarte, y soportar tu reflejo, tu verdadera apariencia revelada por la luz del pasado, llamar a la memoria y levantarse a bailar y así bailando despertar a la verdad.
Bailar y danzar son palabras que en el universo mexicano contienen el espíritu del alma misma de la cultura. A lo largo de la historia danzas y bailes han acompañado la vida abriendo con su hacer la posibilidad de encontrarse con el cosmos con cuerpos que a lo largo de los tiempos fueron dando a luz nuevas realidades. Reflexionar la historia a través de la danza significa reconocer en su territorio la huella de todos los pueblos, las ideas y la vida de quienes lo queramos o no nos conforman.
Saber bailar es solo el primer peldaño para convertirte si es que eso sucede algún día en maestro de la danza. Enseñarla quiere decir, saber hacer la técnica, desentrañar sus misterios explicados a la luz de tus propias memorias, encontrar tu palabra, hablar desde la geometría y un día atravesar la vida por caminos trazados desde el pasado bailar la música despertar los humores y saber que eres tú quien se levanta a bailar.
Ser maestro de danza es al final verte con los ojos del pasado y verte en quienes seguirán con tus pisadas en el futuro.
Para que la técnica, para que los pasos perfectos, la pulcritud de los ejercicios, las rítmicas pausas, la respiración profunda, las miradas infinitas. Más allá de las intrincadas trazas de figuras en el espacio. La danza recrea el universo y el universo se traza dibujándote a ti en el espacio. Al danzar recorremos laberintos y te descubres en arcanos concebidos desde el pasado siguiendo pisadas de vidas hechas bajo otros soles bajo las líneas de otros tiempos.
La técnica es la comprobación de la vida de lo verdaderamente vivido, probado, decantado, es pregunta desde el pasado que busca su respuesta en ti y en el presente.
Para qué la técnica, para qué los pasos perfectos la pulcritud de los ejercicios, las rítmicas pausas, la respiración profunda, las miradas infinitas, las incesantes repeticiones. No solo es hacer un millón de gestos que ya no tienen sentido, sino el encuentro de ellos con nuestro universo personal.
Al danzar trazamos laberintos, nos descubrimos en arcanos concebidos desde el pasado siguiendo pisadas de vidas hechas en otros soles, bajo lunas de otros tiempos. La técnica es la comprobación de la vida, de lo verdaderamente vivido, probado decantado y hecho. Es pregunta que se hace desde el pasado, pero que busca su respuesta en nuestro propio presente, vivido con el cuerpo del hoy del ahora. La danza entreteje los hilos de la vida, los destinos, las creencias. Hacer y deshacer la danza implica que para tejerla es necesario irte trazando con ella.
Como ningún otro arte requiere de ti en lo más profundo de tu existencia porque al andar sus caminos, es a ti a quien dibujas, y a quién necesitarás sostener frente al mundo y al pasado. Al decir que la danza no se hace a solas sellamos de alguna manera un pacto con el pasado y con quiénes de él provienen, por ellos es necesario tomar forma con ayuda de un guía. La figura del maestro, de un danzante es absolutamente necesaria porque será de su mano que se irá haciendo camino. ¿Cómo se elige al discípulo? ¿quién puede llamarse maestro? ¿cuáles son sus saberes sus cualidades y alcances? ¿hasta dónde acompañar? ¿cuándo soltar?
Es imposible desentrañar el misterio que guarda cada alma humana. ¿qué sucederá a la luz del conocimiento y cuáles serán los demonios con los que nos enfrentaremos al permitirnos hacer la danza con alguien más? es imposible también que tu reflejo no aparezca en otros rostros, es imposible bailar con el espíritu en silencio sin que las miradas que han visto otros tiempos se revelen en nuestros cuerpos. Nuestra apariencia al final tan temida hablará de lo hermoso, de lo terrible, de lo que huimos, de lo que tratamos de esconder. Elegimos lo que danzamos, o nos eligen a nosotros, bailamos según nuestros anhelos, cómo éstos se manifiestan, es en realidad lo que somos en el momento en el que nos levantamos a bailar.
Para desgracia nuestra lo que la danza señala es también acción y obra. En cada uno de sus detallados trazos se esconde como en el libro de los muertos cada acción que la ha acompañado. Si has sabido tomar tu forma a partir de las palabras, si has enfrentado batallas y has salido victorioso o por el contrario fuiste vencido, si has tomado por error o con alevosía elementos que no te corresponden, o si has comprendido tu lugar, tu merecimiento de alguna manera.
Al iniciar mi camino en sus saberes, creía que cada cuerpo estaba dotado de diferentes condiciones y que no todos podían alzarse a la danza, el tiempo me ha susurrado que más bien el camino es para quienes estén dispuestos a encontrar en sí al universo, ser todos los elementos y atreverse a transmutarlos. Danzar jugando con el eterno desequilibrio de ser mortal y que en la gracia de este cambio constante aparezca la danza.
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