La depresión callada del arte

14.12.2022

El artista tenderá a experimentar marginalización. Por mucho tiempo, la creatividad no ha sido considerada como materia vital en los sistemas académicos. Las sociedades se sostienen en su cultura, pero el desarrollo de la cultura y de las personas que se dedican a preservarla, construirla, difundirla y generarla, son menospreciadas ante una sociedad enfocada en la producción económica que jerarquiza carreras por su capacidad de establecer "seguridad económica".

No es de extrañarse que preguntas como "¿y de que vas a vivir?" -o, "si, eres bailarín, pero a qué te dedicas?"- alimenten los fantasmas depresivos del artista. Al expresar, nos enfrentamos al don de la duda: la voz en la cabeza que impide tomar acciones. Si bien es un mecanismo de sobrevivencia también es un mecanismo del miedo. Una voz interna que te achica en el momento de dar un pincelazo; o paraliza tus dedos al escribir; o lesiona tus articulaciones impidiéndote bailar. La duda nos tambalea en el limbo, nos rodea en desiertos de soledad. La duda que se ignora crece, un delirio de oscuridad empieza a obstruir la mirada. Nos cuesta mirar los lugares donde nuestra alma está acumulando suciedad, muchas veces preferimos permitir que se empañe nuestro mirar.¿Cómo podemos aprender a enfrentar la duda cara a cara, para reconocerla, escucharla y atenderla? -Muchas veces la duda se extingue al ser abrazada- ¿Cómo aprender que está bien pedir ayuda? ¿A quién y/o a qué acercarnos a pedir apoyo a tiempo, antes de que la duda abarque la vida en aletargamiento?

La duda puede limitar los progresos de nuestra existencia y en ese momento el progreso de la humanidad: vivir nuestro potencial pleno puede ayudar a interconectar y sanar muchas otras vidas. En cambio la ilusión de aislamiento puede devenir en depresión alejándonos de nuestro sentido de desarrollo y propósito.

Es muy fácil perdernos, enredarnos y atorarnos en las trampas capitalistas que nos orillan a buscar un futuro mejor, más grande, más lleno de cosas; y en una prisa constante, nos exhorta a olvidarnos del aquí, de lo que ya hay, de nuestro cuerpo tal como es, de las relaciones en las que co-habitamos el mundo. Sobrevivencia, escasez y competencia son sensaciones que dominan al látigo interno que nos grita día a día -¡Corre más rápido! ¡Estás envejeciendo! ¡Aún no has logrado nada, mejor dedicate a otra cosa!- Nuestro ego, sintiéndose amenazado por un porvenir incierto deja de mirar nuestra piel y pasa desapercibida la humanidad que le rodea y la vida y potencial que le conforma.Son muchos los artistas que conozco que han pasado por momentos de incertidumbre ante la decisión -que va y viene- de continuar dedicándose al arte como profesión. Los casos varían, unos son pequeños momentos en que entran estas dudas y cuestionamientos; algunos por falta de sustentabilidad económica; otros orillados a una depresión profunda arraigada en una educación con maestros que denigraron su integridad y dignidad humana en pos de mejorar su técnica artística. 

Muchos artistas retirados se encuentran más plenos y saludables al alejarse de las artes porque mirarse al espejo despertaba un oscuro diálogo interno que, posiblemente se curó -o fue más fácil de callar- al no tener que entrar nuevamente en un salón de artes, en lo personal esto me trae mucho dolor, y desde la empatía deseo un mundo donde los artistas no se vean obligados a alejarse de las artes por falta de oportunidades o por una guía decadente de su creatividad por parte de maestros que perdieron el sentido de lo que implica la enseñanza. 

Dicen que todos los caminos llevan a casa; yo me pregunto si todos los procesos artísticos -tarde o temprano- nos regresan a la gratitud. Ofrezco aquí una carta, -a cualquier artista- esperando que pueda funcionar como un bálsamo para apaciguar las decisiones precipitadas que brotan al enfrentar la duda.

...Carta a un Bailarín... te he visto mirarte al espejo y conozco los juicios que brotan por tu cabeza. Das un cuarto de vuelta para mirar tu perfil y tu cuello empieza a entiesarse. Una autoimagen distorsionada impide que veas tu reflejo desde la compasión y se apodera de ti un cúmulo de comparaciones saturando con susurros de insuficiencia... se que duele, se que duelen los pies y las piernas -y a veces hasta el corazón y la memoria- y duele recordar el sueño grande; mirar la cara de los papás que quisieron apoyar pero quizá no fueron lo suficientemente atentos de los estados mentales que desarrollaste. Y había miedo, y había hambre y soledad... tristeza: muchas emociones confundiéndose -ocultándose, escapando- tras la disciplina del crear y el rigor de la técnica. Sé que tu corazón está ardiendo y simultáneamente apagándose, que las ganas de no continuar el camino acechan en las noches y que tampoco se siente una decisión clara de soltar el camino por temor a abandonar...Concéntrate en este mismo momento, siente como tu respiración, cada vez más profunda y suave. Percibe las sensaciones del contacto de tu piel con el aire, con la ropa o la temperatura del lugar. Si pones la suficiente atención... ¿Puedes escuchar el latir de tu corazón? En este preciso momento todo está bajo el control de tu respirar profundo, andar un día a la vez y paso por paso. Hoy puedes tomar esta página digital para escribirte a ti mismo y tomar un respiro, para ahondar en las sinceridades de la noche, para atender tus heridas y sentarte a mirar los huecos que la sobreproducción ha dejado en ti, llenando tus vacíos de vacíos más grandes. Tu atención consciente puede transformar: atender con paciencia y autocuidado los vacíos puede llevar a desinflamar las heridas emocionales. Invitar a la gratitud a hacerse presente en las pequeñas cosas, momento a momento, paso a paso, persona a persona / Diálogo por diálogo, pincel por pincel, nota por nota.

Si Paciencia y Proceso se abrazan, esclarecen -desempañan los cielos, desenredan el corazón, desempolvan las capacidades olvidadas-.Hoy gentileza con tu cuerpo y tu estar, mañana será otro día.


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