La importancia de contar historias

05.10.2022

Hace unas semanas participé en un círculo de lectura: latinos -Colombia, Perú, México, Argentina- y canadienses, reunidos en Vancouver leyendo a dos autoras argentinas traducidas al inglés. Surgían reflexiones de todo tipo respecto a las intenciones de las autoras en sus cuentos, "¿qué habrá querido decir con esta palabra? ¿tendrá algún significado la imagen que crea cuando...? ¿Será esta una crítica silenciosa de lo que acontece a su tiempo? ¡Es muy claro, la autora busca hablar sobre la trata de mujeres desde esta metáfora!".

Mientras la conversación giraba en temas, apuntando en direcciones tan diversas como infinitas, me percaté de que una bruma brillante iluminaba el aula y los ojos de las personas reunidas: personas uniendo caminos a través del arte. Las voces hacían puentes que se enredaban en el aire y los puntos de vista interceptaban en los corazones de los participantes. En esta ocasión éramos ocho personas hablando sobre dos cuentos cortos y los procesos de reflexión fueron tan profundos que quedaron grabados en el inconsciente de todos los presentes -y por ende, en las relaciones que como individuos compartiremos al terminar la sesión y continuar la vida-. (Añadiendo capas de complejidad, para algunos fue la primera vez en un círculo de lectura presencial desde que la pandemia comenzó hace casi tres años.)

Los autores no conocen -y probablemente jamás entenderán- los interminables alcances de sus obras; ellos crean y plasman su retrato sin percatarse: un libro pasando por muchas manos, contando su historia. Contar historias -storytelling- es una manera de existir. Las historias que se cuentan resisten su pérdida en el tiempo; se renuevan en cada mente, en cada boca, en cada corazón. Son semillas de esperanza, anhelo y espejos de dolor: miedos compartidos, dudas gemelas. Respuestas mudas.

Los espectadores experimentan -analizan, contemplan, aprecian, critican- la obra con esa pose de sabelotodo, como si pudieran mirar con una lupa las razones del autor y su vida; lo que los espectadores no saben es que se miran a sí mismos en toda obra que enjuician -perciben-. Miramos el arte a través de los lentes de nuestras propias experiencias y resuena en nuestra vida porque a través del arte podemos rescatar células perdidas de nuestra alma, podemos entendernos a mayor profundidad.

Probablemente haya autores que no dan un bledo de sus alcances, escriben por necesidad de sacar de su pecho lo que les quema en la lengua, en la palabra, las letras que las manos no pueden sostener; y habrá autores que jamás se sabrán autores, permanecen en sombras por que no reconocen el valor de sus palabras; o quienes temen los alcances de su voz, saben que tienen sustancia para compartir pero no confían en que será recibida, apreciada, galardonada... ¿para qué expresar si no existe un eco, una respuesta?

En las letras: el arte.

Se caen los pedazos del alma. Se encuentran en los lienzos; las páginas y sus letras retratan paisajes que cambian con las lágrimas y las emociones. A través de la ventana que un artista abre nace un nuevo mundo -nuevas perspectivas- una imagen no atendida previamente.

Las historias conectan personas porque todas nuestras vidas son historias: capítulos que pasan desapercibidos por parecer monótonos, palabras que se graban en la piel, versículos ocultos son los traumas que limitan nuestras interacciones. Es vital hablar de historias, leernos en conversaciones. Pasar de los libros a las relaciones, de las ideas silentes en la habitación a confrontar ideologías cuando compartimos con otros. En esa colisión de subjetividades la resiliencia ejerce su labor: bálsamo que lubrica las conversaciones para que los vínculos no se rompan en malentendidos y las mentes se dilatan para poder abrazar horizontes que solo pueden surgir en la interrelación humana. Y es de esas semillas de resiliencia que nuestros conceptos pueden expandirse, que nuestras vidas pueden enriquecerse, es por ello importante permitirnos hablar y compartir de lo que el arte nos cuestiona y de crear espacios seguros para la expresión de estas reflexiones. Digo "espacios seguros" porque ¿cuántas veces no hemos tenido reflexiones importantes acerca de un evento en nuestra vida y no hemos encontrado un espacio, una persona o un oído que realmente nos reciba y nos comprenda? Muchas veces nuestra manera de sobrevivir es callar.

Por eso hoy te invito a reflexionar, de las historias que conforman tu vida, ¿cuáles podrías experimentar desde una perspectiva artística? ¿Puedes imaginar una película, una novela, una pieza musical, una danza, un poema con algún capitulo de tu vida? Alguien en este mundo resonará con las historias que cuentes, alguien se verá beneficiado, expandido o hasta sanado por aquello que habita en tu corazón. Como un pequeño juego -o un experimento científico-, aunque sea en un diario personal proponte practicar plasmar un retazo de tu historia y mira a donde te lleva. 


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