Sistematizar la enseñanza, automatizar la creatividad
La educación industrializada nos ha llevado a estudiar técnicas y reproducir procesos más que a vivirlos y entenderlos desde la individualidad. ¿Cómo afecta o incide esto en la creatividad del artista?
Los sistemas son necesarios para entender la vida, nos ayudan a estructurar, a comprender un todo, a componer metodologías para el progreso pero, ¿qué sucede cuando los sistemas son estáticos, inflexibles y rígidos? muchas escuelas artísticas -y no artísticas- han caído en la trampa de la industrialización.
Si bien los sistemas simplifican la reproducción, sistematizar la enseñanza puede llevar automatizar la creatividad, es decir, a palidecer y avergonzar los colores individuales de cada ser vivo ignorando la complejidad que compone al ser humano. Con gran emoción de que las artes sean reconocidas por medio de licenciaturas y posgrados, entramos en escuelas de artes para volvernos profesionales de las artes y poder vivir de ellas, y nos encontramos con sistemas colonizadores de la creatividad. Academización que no siempre incluye, fomenta o estimula espacios para la autenticidad y que empuja a la perfección y la producción mientras desestimula la paciencia, el proceso y la personalidad.
Este es un tema delicado, pues la técnica dentro de la enseñanza del arte es necesaria para el desarrollo óptimo de las habilidades del artista, y en este sentido, para desarrollar su potencial pero, ¿qué sucede con el desarrollo del artista si la técnica no está balanceada con el permiso creativo, con el entendimiento de los dones personales? ¿Qué es de su proceso psico-emocional si se detrimenta la aceptación de la autoimagen y se carece de herramientas de inteligencia emocional para el desarrollo del autoestima? ¿Qué procede con su economía sin herramientas para autogestionarse en un mercado artístico que carece de compañías que contraten y obliga a los artistas a lanzarse como emprendedores de las artes sin conocimientos de negocios orillandolos a endeudarse y caer en bancarrota? ¿Qué es de la calidad de su calidad de vida sin espacios para entender la importancia del autocuidado? La pregunta para los sistemas de academización de las artes es: ¿de qué sirve la técnica perfecta si el humano tras ella padece de una depresión omitida que se camufla entre el logro y la sobreproducción? Una educación que no contempla al artista como un ser humano integral está forjando seres desconectados de su identidad personal y de su sentido de la creación. Está multiplicando la depresión y la ansiedad en las artes: artistas abandonando el camino del arte por un gran daño emocional que detrimenta su autoimagen y su autoconcepto. Dolor en el cuerpo, dolor en las memorias que se repiten cada mañana. Palabras estancadas en las células que lesionan el alma.
Si bien, los artistas desarrollamos disciplina y perseverancia porque el medio lo solicita, esta perseverancia proviene de la hipervigilancia en que el artista se mantiene en un modo de sobrevivencia y lo deja sin un rumbo y sin propósito.
¿En dónde resurge el propósito de la enseñanza?
Hay que aprender a educar a los artistas más allá de la rigidez de la materia. Cultivar seres resilientes, seres vivos, seres vibrantes, que sepan validarse a sí mismos como seres emocionales, pensantes y únicos.
Si bien los sistemas son rocas que perdurarán en el tiempo hasta ser erosionados. Esta en nosotros, al cuestionar y conversar que podemos ser vientos de cambio, podemos reinventar o crear nuevos sistemas al proponer nuevas preguntas; al integrar innovación en nuestra manera de ver la vida; al buscar sanar los daños personales para no reproducirlos en nuestra enseñanza ni en nuestras relaciones intra e interpersonales. Regresar a las raíces, regresar a la naturaleza de la creatividad con la que nacemos.
Se ha dicho que los artistas somos seres de otro mundo, pero no lo somos. Somos seres de carne y hueso, con necesidades humanas de descanso y alimento; emocionales de contacto y comunicación compasiva; espirituales de trascendencia; e individuales, provenimos de lugares con historia propia, con traumas personales, familiares e intergeneracionales.
Parece que los sistemas nos enseñan a resistir en el medio artístico anteponiendo el logro exterior a las necesidades humanas del artista, pero ¿podría enseñarse a caminar la senda del artista desde una mirada resiliente a través de una educación artística integral? ¿Pueden existir sistemas de educación artística que promuevan el bienestar humano antes que la búsqueda de perfección y competencia y promuevan los talentos individuales del artista en lugar de anular las huellas digitales de su corazón? ¿Podría una educación artística integral desarrollar no sólo "artistas técnicamente perfectos" si no humanos capaces de priorizar su autocuidado, resilientes para encontrar soluciones ante el rechazo y descubrir alternativas para continuar expresando su creatividad y generar impacto a través de ella?
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